Siempre es bueno tener algo, pero no mucho para no tener que perder, pensó el roquero aquél. Salió temprano a la mañana con rumbo hacia el horizonte disfrutando del amanecer. Su guitarra y su moto le acompañaron en esta ocasión. Aceleró gradualmente para escuchar el ruido del motor. La ruta estaba llena de sueños pero ninguno en su corazón. Miraba pensante el sol pero no quería pensar demasiado. La aventura era la sensación de liberarse de lo que lo encadenaba, acelerando de libertad se alejó aquel solitario vagabundo para dejar lo que lo ataba a una muerte lenta.
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